Espiritualidad de lo cotidiano.
Lo cotidiano inspirado en Jesús de Nazaret es el lugar donde el joven y la joven reconocen la presencia activa de Dios y vive su realización personal.
Espiritualidad de la alegría.
Lo cotidiano se vive con alegría y optimismo, sin por ello renunciar al esfuerzo ni a la responsabilidad.
Espiritualidad de la amistad con Jesucristo el Señor.
Lo cotidiano es creado por el Cristo de la Pascua, que da las razones de la esperanza e introduce en una vida que halla en él la plenitud de sentido.
Espiritualidad de comunión eclesial.
Lo cotidiano se experimenta en la Iglesia, ambiente natural para crecer en la fe por medio de los sacramentos. En la Iglesia encontramos a María Santísima, primera creyente, que precede, acompaña e inspira.
Espiritualidad de servicio responsable.
Lo cotidiano se les entrega a los jóvenes y a los jóvenes en un servicio generoso, ordinario y extraordinario.
El ambiente educativo como vehículo de valores. Para Don Bosco era absolutamente claro que la educación es obra eficaz del ambiente y que se realiza con más naturalidad allí donde existe un sistema relacional-familiar. Por eso se preocupa de construir con los/las jóvenes un ambiente acogedor y abierto, en donde se viva:
La relación personal. Es decir, atención prestada a cada joven en particular, según sus necesidades y exigencias. La intervención educativa debe ser a través del encuentro y diálogo.
La llamada a fuerzas interiores. Don Bosco estaba convencido de que en todo joven hay algún punto accesible al bien, y es esto lo que el educador debe encontrar. Esta opción, Don Bosco la sintetiza en el trinomio razón-amor-religión. El educador debe proceder siempre apoyándose en motivaciones válidas y comprensibles para el/la joven, aceptando la gradualidad de propuestas y respuestas que su crecimiento supone.
La experiencia de vida asociativa. Animamos y promovemos grupos y movimientos de formación y de acción apostólica y social. En ellos los/las jóvenes crecen en la conciencia de sus responsabilidades personales, y aprenden a dar su insustituible aportación a la transformación del mundo y a la vida de la Iglesia, haciéndose ellos mismos los primeros e inmediatos apóstoles de los/las jóvenes.
La presencia-asistencia. Todas las opciones precedentes se actúan en y mediante la Asistencia, la cual comporta la presencia entre lo/las jóvenes, con una capacidad para animar la creatividad de los/las muchachos/as y orientarla al desarrollo de la personalidad. La presencia-asistencia, se traduce en el esfuerzo de los educadores por eliminar distancias, acoger fraternalmente a los/las jóvenes, crear un ambiente educativo, estar presente en la vida de los/las jóvenes, hacerse amar.
Ser buenos cristianos y honrados ciudadanos